martes, 25 de enero de 2022

LECTURA MICRORRELATOS VIII EDICIÓN.






GENERAL


1. La decisión -- Maria Magdalena García Martínez


Abrí los ojos, yacía junto a un pinocho con la nariz tronchada. Miré a mis pies: una hormiga roja cargaba bizcocho ocho veces su peso.

Se trataba de una escombrera sin límites. Caminaba deprisa, frecuentemente con torpeza por los montículos de inmundicia. El cansancio apremiaba mi sueño. Dormité sobre un colchón mojado y una pesadilla me despertó: una monumental cortina de esparto me arrastraba violentamente hacia un cubículo obscuro. Sabía que no saldría nunca de allí. Rebusqué en mi anulada memoria cómo había llegado hasta ese sitio infecto; a ese infierno miserable y al escuchar, no muy lejos, el crepitar festivo de las chinches, corrí hasta el haz de luz que me detuvo; el destello de un espejo. Al contemplarme me desvanecí deslizándoseme el trozo de cristal. Al volver en mi los añicos me mostraban crueles mi anotomía. Una rata me contemplaba:

• ¿Te crees mejor, cucaracha?

Como añoraba mi confortable casa. ¿Por qué saldría de mi escondrijo cuando la mujer se dispuso a barrer?



2. La respuesta -- Álvaro Ayala Gómez


Sonó la campana. Fin del recreo. Alberto esperó con paciencia hasta el último momento para poder encontrarse solo con Carlos, pero no podía esperar más. Llevaba desde primera hora de la mañana deseando abrir la última carta que Natalia, vía Sonia, le había hecho llegar.

Era, quizás, la definitiva. El intercambio de misivas en pequeños pedazos de papel rasgados a mano, se había prolongado durante ocho o nueve semanas. Cada vez más y más empalagosas. Alberto pasó toda su vida enamorado de Natalia. De su pelo dorado, su mochila de Pinocho y su sudadera rosa con un dibujo ya casi borrado de Dora la Exploradora.

Ambos se refugiaron en el pasillo que acaba en el aula de 6ºB, lejos de miradas cotillas:

- Me ha contestado. - dijo Alberto con voz temblorosa.
- ¿Y qué te ha dicho?- respondió Carlos apurando lo que le quedaba de bizcocho de su almuerzo que le había hecho su abuela Carmen.
- ¡No lo sé! Aún no la he abierto. Estoy muy nervioso...
- ¿La leo yo? - dijo Carlos arrancándole la carta de las manos de Alberto.
- Vale... - se resignó este.

Carlos abrió el papel plegado en mil dobleces, lo levantó a la altura de sus ojos y dibujó en su boca una sonrisa tan elocuente como sincera:

- ¡Ha dicho que sí!





JUVENIL


1. Aquello que nos une -- Manuel Ruiz Tomás


Hace varios meses inauguraron un restaurante muy especial en mi ciudad llamado Pinocho. Cuenta con ocho empleados de todos los continentes del mundo, por lo que cuando entras allí , parece que te transportas a lejanos países. Puedes comer la típica hamburguesa norteamericana con patatas fritas, pollo al curry con arroz basmati, cuscús con garbanzos y verduras, salmorejo, pizza de cuatro quesos, sushi, guacamole o bizcocho Lamington, típico de Australia.

Lo que más me gusta de este restaurante es la variedad y el aroma de su comida. Tanto veganos, como vegetarianos o los que consumen carne y pescado, van a encontrar un plato a su gusto. Para mí, lo mejor es el poder que tiene la cocina para unir a la gente, pues personas de diferentes nacionalidades y que viven muy lejos, pueden comer lo mismo, lo que demuestra que no somos tan diferentes.



2. El bosque de los susurros -- Eloy Muñoz Garrido


Hace mucho, mucho tiempo, en el pequeño pueblo conocido como Bizcocho de las Montañas, vivía un niño que se llamaba Lucas. En su pueblo, vivía un viejo loco que siempre decía, que en el bosque había unos árboles que susurraban. Lucas no lo creía, así que hicieron una apuesta:

- Voy al bosque, y si me susurran, te invito a una cena.

Al día siguiente, Lucas fue al bosque, pero a él, a simple vista, nada le parecía raro. De repente, Lucas empezó a oír susurros que decían :

- Te voy a matar, vete o morirás.

Lucas no hizo caso a las voces y siguió explorando. Después de seguir caminando un rato, vio una casa a lo lejos. Lucas empezó a ver cosas extrañas y decidió volver, pero después de caminar durante 8 minutos, se dio cuenta de que ya había pasado por ese lugar varias veces. Lucas, no sabía lo que estaba pasando y de repente vio un niño a lo lejos. Cuando se acercó a él, el niño ya no estaba, y de pronto, lo tenía detrás. Ese niño tenía dientes grandes y ropa desgastada. Parecía Pinocho porque su cuerpo era de madera. Lucas empezó a correr, pero él era más rápido y lo pilló. Lucas pensó que iba a morir, pero de repente se escuchó un ruido que asusto al niño de madera y escapó. Lucas intento correr, pero a Lucas nunca se le volvió a ver.





INFANTIL


1. La inesperada sorpresa -- Sonia Palao Melero


Hace unos años, ocho exactamente, en una villa helada del Polo Norte, vivía una manada de zorros árticos junto al jefe, el esquimal Alek. De pequeño su gran sueño era conocer a Papá Noel, pero no lo pudo cumplir porque tenía que criar a los zorros de la familia. Un día su destino cambió , cuando recogió el periódico y vio una noticia que anunciaba un sorteo para visitar la fábrica de Papa Noel. Se apuntó sin esperanza de ganar, pero a la semana siguiente, recibió una noticia inesperada, ¡había ganado! A la semana siguiente, Alek se dirigía a la fábrica en el polar express. Al llegar, el elfo administrador de la fábrica le guió en el tour. Alek se fijó en un muñeco llamado Pinocho de madera de roble. Al terminar el tour, Papa Noel les esperaba con una merienda de bizcocho y chocolate caliente para terminar la visita.


2. Pinocho y el coronavirus -- Eva López Muñoz


Erase una vez un niño que se llamaba Pinocho. Pinocho tenía ocho años. Ese niño no estaba hecho como los demás. Él estaba hecho de plástico. También había un virus llamado coronavirus. A Pinocho, el coronavirus no le afectaba, porque él comía mucho bizcocho. Y resulta que en su país, el bizcocho hacía que el coronavirus no te afectara. Pero un día, a Pinocho, por dejar de comer bizcocho , le contagió el coronavirus. El día de su cumpleaños le sacaron una tarta, unos cuantos gorros, un altavoz y un regalo. Pinocho no pudo soplar las velas de su tarta por el coronavirus. Entonces justo ese día, sacaron una vacuna que curó a Pinocho , y Pinocho siguió comiendo más y más bizcocho. Al final encontraron una cura para el coronavirus. El coronavirus no volvió a existir nunca jamás. Pinocho al final del día de su cumpleaños, , sí que pudo soplar las velas.



DIVERSIDAD


1. El duende -- Roque Ortuño


Había una vez un duende que tenía una casa con forma de ocho. Su familia y él era amigos de Pinocho, el cual hizo un bizcocho de chocolate para merendar y celebrar el cumpleaños de Moncho.

Después de merendar, se fueron a pasear por el campo, de repente, se encontraron con un perro que los acompañó hasta un castillo de un rey que quería conocerlos. Al duende se le ocurrió entrar en el castillo donde vivía el rey con sus súbditos.

El rey probó el bizcocho y le gusto tanto que el duende le dio la receta para que el cocinero real se lo hiciera. Conforme al gusto de rey, que lo mandó distribuir por todo el reino, de forma que todo el pueblo degustara la receta del duende Moncho.



2. Rodrigo Pinocho – Sara Qiqin


Érase una vez en, una aldea de “La Mancha” llamada Boche, donde vivía un hombre que se llamaba Rodrigo, muy conocido en la provincia de Albacete como Pinocho por su larga nariz.

Rodrigo tenía un gato llamado Ocho, porque desde muy pequeño le gustaba el bizcocho, igual que a Pinocho. También tenia una ninfa llamada Trina a la que le gustaba cantar: “la cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar…” porque Pinocho se la enseñó, y también le enseñó a comer bizcocho, como a Ocho.

Algunas mañanas, Pinocho, Trina y Ocho desayunaban bizcocho, porque Rodrigo cocinaba muy bien el bizcocho, y una mañana para desayunar, hizo un bizcocho que dejó sobre la mesa y, Ocho de un salto, subió a ella y se comió el bizcocho que habría preparado Pinocho.

Con el atracón que se pegó, le dio dolor de barriga y vomitó el bizcocho. Pinocho le dijo a Ocho:

- El bizcocho era para todos, no hay que ser avaricioso.

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